Soy un alumno (talmid) que acaba de empezar a estudiar hebreo desde cero. Esa escritura hebrea tan rara me parecía una barrera infranqueable… pero tras dos clases, Rubén (ivrit bemadrid, hebreo en madrid) ha logrado que sienta al alcance de la mano eso de hablar hebreo, algo que durante mucho tiempo me había parecido imposible.
Aunque Ruben es flexible y organiza grupos cerca de donde están los alumnos, yo tengo el placer de disfrutar de las aulas de la academia Torval. Cada vez que entro en el edificio decimonónico de la Fundación Fernando de Castro, donde está la academia, me empiezo a encontrar bien, es como trasladarme a otra época. Un espacio tan fantástico te cambia el chip y te facilita el cambio mental necesario para convertirte en niño, que es como mejor se aprende un idioma nuevo.
Rubén es un profesor muy cercano que desde el primer momento te pone a hablar en hebreo con infinita paciencia ante tus balbuceos estupefactos… incluso te felicita con frecuencia.
Aunque mis clases empiezan cuando ya es de noche, después de todo un día de trabajo, las espero con ganas: ¡qué mejor señal! … y ya puedo decir: ani lomed ivrit bemadrid… incluso puedo escribirlo y leerlo. Y sé que si me transmutara en mujer tendría que decir: ani lomedet ivrit bemadrid. También podría pedir vino y agua en un restaurante, incluso una ensalada y un poco de pan, ácimo o con levadura, para acompañar.
Os parecerá una tontería, pero a mi me ha hecho mucha ilusión, porque lo imposible se ha hecho posible, y en solo dos clases. Aunque no todo es perfecto, claro, pues que intuyo que Rubén tiene veleidades culés (será que Messi le tira por lo del común terruño de nacimiento), la experiencia está siendo muy agradable.
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